La Psicología del Campista

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En mi infancia, ir de camping significaba ser pobre, esto porque se consideraba que no se contaba con el pecunio necesario para costear un alojamiento “decente”. Sin embargo, actualmente esta concepción es completamente distinta, existiendo una enorme industria que comercializa distintos elementos para realizar esta actividad, inclusive es posible encontrar sitios de campamento en primera línea frente al mar que cuestan más de $100.000 por día (EL SITIO), con opción de agregar baño exclusivo encareciendo aún más el costo a pagar. Independiente del monto a pagar, ir de camping significa cambiar drásticamente de hábitat, por otro en el cual estás particularmente a merced de las circunstancias…

Nos preguntamos entonces: ¿qué parte de la psiquis moviliza a las personas a salir de su zona de confort para enfrentarse a vivir en un medio natural lejos de sus habituales comodidades?

En mi caso, comencé a incorporarme a la práctica del camping hace poco tiempo atrás, venciendo mis aprehensiones y resquemores por las ideas de la infancia que les mencioné, por los temas higiénicos, pues me caracterizo por ser muy escrupuloso, entre otras mañas. La gran motivación para dar el paso a atreverme, fue mi admiración por la naturaleza y también darme cuenta que la vida pasaba y que no había dado el permiso de experimentar la vivencia del campismo. Me estaba privando de manera consciente y voluntaria de una situación que sabía en el fondo de mi ser, que quería experimentar alguna vez en mi vida y que, por aspectos racionales y lógicos, me los estaba privando.

A grosso modo, existen 2 formas de ir de camping:

  1. El camping familiar; al cual se llega en vehículo portando diversos utensilios domésticos para hacer de su estadía una experiencia confortante. Se encuentra localizado aledaño a lugares de interés turístico y por tanto, del comercio respectivo.
Camping Familiar junto a nuestro hijo José Manuel Inay y su hermanito(a) que viene en camino.
  1. El camping del explorador; es individual y porta en su mochila, lo estrictamente necesario para su sobrevivencia. A medida que se interna en el sendero, se va alejando de la posibilidad de ser asistido ante cualquier eventualidad, dependiendo mayormente de sus propios medios para volver a la civilización.
Hacia el temido paso John Gardner en Parque Nacional Torres del Paine.

He tenido la posibilidad de realizar ambos tipos de camping (familiar y del explorador), por lo que puedo dar cuenta que los efectos psicológicos se producen en los dos por igual, aunque de manera más radical mientras más exigente resulta el destino del campamento (camping del explorador). A modo de ejemplo, después de este artículo adjunto un escrito respecto a lo vivenciado en el trekking realizado en el parque nacional Torres del Paine.

Quisiera relevar desde ya que recomiendo fehacientemente que toda persona debiese ir de campamento alguna vez en su vida. ¿Por qué? Por lo siguiente:

  • Te saca de tu zona de confort: aunque sea el camping familiar con todas las comodidades habidas y por haber, indefectiblemente tu rutina se modifica al estar inmerso en un contexto diametralmente distinto del habitual. Eso significa que tendrás que poner a prueba tu capacidad de tolerancia y autocontrol cuando te des cuenta que se te olvidó algo o que el vecino ronca, entre otras vicisitudes. Esto porque las fotos o reels sólo muestran la parte bonita y agradable, pero no logran transmitir la inmensidad de variables que conspiran contra la habitual comodidad a la que estás acostumbrado(a).
  • Conectas con aspectos que no conocías tanto de tu entorno, como de ti mismo: comienzas a notar las sutilezas de la naturaleza al estar inmerso en ella. Al mismo tiempo, comienza un proceso de autoconocimiento al estar alejado de los automatismos de tu vida citadina. 
  • Te genera un sentimiento de autosuficiencia que refuerza tu autoestima:si pese a las incomodidades logras terminar la experiencia de camping, sin renunciar a esta antes de tiempo, probablemente termines con un mayor y mejor autoconcepto de ti mismo(a). Entre otras cosas por haber doblegado las incomodidades y por saber que tienes herramientas para desenvolverte en la naturaleza en caso que sea necesario.
  • Te vuelve más flexible: ante la ausencia de los elementos habituales, su inteligencia se despierta y comienzas a articular soluciones ante problemáticas que se van presentando. Por ejemplo, en un camping mezcla familiar y de explorador me hacía falta una mesa, por lo que le saqué la tapa del portalón trasero del vehículo para “construir” una mesa. Otro ejemplo de este tipo lo puedes ver en el siguiente video: https://www.youtube.com/shorts/cEPsPcSz7Jg
  • Tus sentidos se agudizan: al estar en permanente contacto con la natura y alejado de los ruidos mundanos, comienzas a notar que todos los sentidos se agudizan, comienzas a sentir los distintos aromas de la vegetación en relación a los horarios de mayor o menor actividad según la especie, los sonidos de las aves y del follaje, etc. En la penumbra tu visión mejora, especialmente en ambientes dónde sientes que corres algún tipo de peligro, ya sea por la presencia de animales depredadores o por el estado del camino. A nivel táctil, el intercambio con los distintos elementos de la naturaleza, genera intercambios bioquímicos que potencian tu sistema inmune.
  • Te humaniza: en esa situación, en la cual estás desprovisto de lo que habitualmente te define como persona y estás más bien a merced de los elementos, tiendes a relacionarte con quienes están en la misma que tú y en ese contexto, especialmente en el camping del explorador, de poco o nada sirve tu clase social, tus apellidos, carrera laboral y tus habituales preocupaciones mundanas no tienen ningún sentido. Tu persona se reduce a lo más básico o esencial y desde ahí te comienzas a interactuar con los demás, quienes por lo demás están viviendo el mismo proceso. Siempre encontrarás la asistencia desinteresada por parte de tu compañero de ruta en caso de ser necesario, así como tú te convertirás en el apoyo para quien lo necesite. Muchas veces, esos contactos se mantienen de por vida, porque en esos pocos días compartieron una vivencia a veces extrema y desprovista de máscaras sociales, generándose entonces un involucramiento más sólido de lo normal.
  • Siempre tendrás una gran historia que contar: como resultado de todos los sinsabores, así como también de lo positivo de lo vivido en situación de camping, recolectarás una enorme cantidad de anécdotas que difícilmente podrás olvidar. Si te fijas, los seres humanos lo que más recordamos son las experiencias y estar en este tipo de contexto, es estar precisamente experimentando la vida en cada segundo. Cabe destacar que eso que precisamente fue una gran molestia en su momento, después se transforma en el punto más divertido del relato. Como esa vez que siendo todo un inexperto compré una carpa para dos personas a 5 mil pesos que vendían afuera de un supermercado, aparte de casi congelarme de frío, sufrir ataques de sofoco en mitad de la noche y que los pies quedaban afuera por el exiguo tamaño de mi gran inversión.

El CAMPING Y LOS NIÑOS

En cuanto a los hijos (camping familiar), recomiendo efusivamente su inclusión en este tipo de prácticas, con las siguientes consideraciones:

  • Desde los 2 años en adelante, pues es importante que sea autónomo en cuanto a su movilidad y pueda expresar lo que siente en aspectos básicos (tengo hambre, sed, frío, calor, me duele, etc.). Si es menor a esa edad, probablemente se convierta en una fuente de preocupación para los padres y la idea es tratar de relajarse. Además, los bebés requieren de su ambiente habitual para sentirse tranquilos. Sin embargo, de los 2 años en adelante, tenemos la configuración humana perfecta para disfrutar el campismo, puesto que son curiosos al máximo nivel y al estar inmersos en medio de la naturaleza comienzan a tomar contacto con un sinfín de elementos que no sería posible de estar en sus habituales vidas citadinas. Por ejemplo, descubren la corteza del árbol y los bichitos que habitan por dentro, testean las diversas texturas de las plantas, juegan con las hojas, arena, etc. alumbrando sus cerebritos con nueva información y por lo tanto, más desarrollo neuronal. Otra importante característica en los niños pequeños, es que no tienen formados sus aprehensiones y/o resquemores, por lo que son totalmente adaptables. Dicho de otro modo; disfrutan el momento a momento, característica que se pierde en totalmente en los adultos. Otro aspecto muy positivo, es que sin darse cuenta pasan las horas y días sin contacto con pantallas u otros objetos tecnológicos, volviendo a funcionar como la humanidad se desarrolló durante toda su historia. Quizás por eso queremos pasar por esta experiencia, para volver a sentir contenidos atávicos que pasaron la mayoría de nuestros ancestros… la fogata, mirar el cielo estrellado, etc. Finalmente, de haber más niños en el campamento, se generan interacciones espontáneas y más fáciles entre ellos, pues se dan todas las condiciones para que esto suceda, mejorando su interacción social.

Sin embargo, pese a lo anteriormente expuesto, si vuestro hijo tiene más de 5 años y sólo ha tenido una vida citadina (muy conectado a la tecnología, con escaso contacto social y con la naturaleza), sugiero no exponerlo a la experiencia del campismo si es que éste no quiere. Esto porque el niño no ha formado su capacidad de adaptación a un ambiente distinto, al contrario, se siente seguro con su rutina y sacarlo de ésta puede ser iatrogénico para él (contraproducente). En este tipo de casos, se sugiere un paso a paso, proponer la idea primer, acercarlo a actividades que se asemejen o sean parte del campismo como segundo paso, como por ejemplo; el instalar una carpa en el patio y jugar a ser exploradores y nunca está demás la supervisión profesional en los casos más graves donde el niño permanece inflexible respecto a modificar su rutina. Este tipo de casos son muy comunes en estos tiempos, dado que ambos padres pasan mucho tiempo fuera de la casa, dejando a sus hijos a merced del enviciamiento tecnológico.

Para finalizar, quisiera aclarar que este texto está dedicado a aquel adulto que no se ha permitido la experiencia del campismo, que rehúye sentir incomodidades puesto que en realidad está escapando de enfrentar sus propios miedos. Si eres un obsesivo de la limpieza, de tu orden y organización, de tus cosas personales, justamente este texto y la recomendación del campismo es para ti. Porque la gran forma de avanzar en la vida y superar tus trancas o manías, es justamente exponiéndote a una experiencia que te movilice forzosamente, porque si no lo haces, no podrás asegurar que la inversión haya valido la pena (en el caso del camping familiar) o tu sobrevivencia (en el caso del camping del explorador). En este punto hago hincapié que un adulto que nunca ha experimentado el campismo, si puede hacer camping de un minuto a otro a diferencia del niño citadino, puesto que el adulto tiene niveles de conciencia formados y sabe o intuye a lo que se expondrá.

PD: quisiera relevar un par de aspectos escasamente mencionados al momento de elegir un camping. El primer aspecto a considerar tiene que ver con la distancia entre sitio y sitio. Esto porque además de contemplar la privacidad debes pensar en los ronquidos nocturnos, recuerda que las paredes de las carpas son delgadas y los vecinos suelen tener sueños tan profundos, que parece que estuviesen al lado de uno… Y el segundo aspecto a tener en cuenta, dice relación con el suelo del camping, mientras más polvoriento peor. La arena o aquellos suelos de pasto con hojitas de árboles, son muy buenos para mantener la limpieza general y por tanto la tolerancia.

Qué disfrutes tu experiencia!

By DMC.

A mis espaldas, el maravilloso Glaciar Grey.

RELATO TREKKING PARQUE NACIONAL TORRES DEL PAINE

Una tortura, así definiría el trayecto entre el campamento Serón y el Dickson, es que hay mañanas en las que te levantas y como diría el gran Alexis Sánchez: “las piernas no me iban”. Luego de haber ido a las Torres y al segundo día haber llegado bastante aportillado a Serón, sin duda el trayecto a Dickson fue el más difícil para mí y eso que recién estábamos en la mitad del recorrido planificado. La mochila parecía tener un imán a la tierra y si bien llevaba lo justo y necesario, uno de los fierros de la estructura se dobló apuntalándome la espalda. En el paso de los vientos mi compañera vivió una situación límite, en el que su cerebro le impedía mover su cuerpo por temor a elevarse a causa de las rachas huracanadas y caer por el precipicio hacia el río Paine. Habíamos oído en los campamentos anteriores de gente que se había caído y golpeado a causa de los vientos, por supuesto no les creí… me equivoqué. En nuestro caso, tuve que tomar a mi compañera desde su mochila y comenzar a moverla a la fuerza hacia delante… era tal su temor que no iba por el sendero, sino más arriba, por el cerro, debido al temor a caerse al precipicio… lo importante era que por fin nos estábamos moviendo. Mi boca estaba completamente seca por el viento incesante y creo que también sentí un cansancio psicológico al tener que asumir la responsabilidad de tomar las decisiones, en una situación crítica.

Como siempre, éramos los últimos del grupo, pero de pronto apareció una joven de acento extranjero y me pasó mi botella que se había volado con el viento. No la habíamos visto antes y tampoco la vimos después, lo cual es muy extraño pues cuando haces la ruta Macizo Paine o la “O”, fácilmente te vas topando con los mismos senderistas y te vas haciendo amigos de ellos en los campamentos. A estas alturas ya estoy pensando que era el espíritu de la montaña o de alguna senderista (tipo animita). La Patagonia varias veces nos dijo que no nos deseaba ahí, es cosa de saber leer la naturaleza, pero esa esencia humana de conquista nos llevó a “faltarle el respeto” y quizás nos ganamos su aprecio.

Siguiendo el relato de este tramo, de pronto aparecen vestigios de civilización, mi corazón late con fuerza y súbitamente siento una energía que me impulsa a llegar rápidamente al destino, pero no, no era el campamento Dickson sino que era la guardería de Conaf “Coirón” la cual no figuraba en mis mapas… estábamos ni más ni menos que a 09 kilómetros del objetivo. Mis botellas estaban vacías, le pregunto a la guardaparque dónde puedo obtener agua (esperando que me brinde el vital elemento) y me dice: “abajo en el río…”. Mi compañera le pregunta por el baño y le dice: “allá atrás”, estaban como a 50 metros más atrás y cómo comprenderán, cualquier centímetro de retroceso era un desperdicio de energía. Nos despedimos de las guardaparques “gracias por nada” y seguimos adelante en modo zombie. Mucho más allá, un letrero indica que estábamos a 04 kilómetros de Dickson, jajaja, no les crean a esos letreros.

Finalmente y luego de un lomaje, se divisa el campamento que es aquel caserío diminuto que se aprecia en la primera foto. Qué lugar más bonito y recóndito! Y de fondo el glaciar Dickson que se me asemeja al Reino del Norte de GOT. Me imagino que la noche será muuuy fría, pero afortunadamente no fue así, eso sí, con muuucho viento que no dejaba dormir (parecía terremoto). Como todo allá, nada es fácil y para llegar al bendito campamento había que bajar por un sendero ideal para esguinzarse un tobillo. La segunda foto, lo que va quedando de mí, pensando en quién me mando a andar webiando en estos confines.

Para ser justos, debo destacar al guardaparques de la caseta de Conaf que nos recibió a nuestra llegada al campamento “Los Perros”, no recuerdo su nombre, pero era un joven de tez blanca, baja estatura, delgado, chascón y de barbilla, quien de inmediato le brindó una piedra caliente a mi compañera para que entibiara sus manos, pues el día estaba frío y lluvioso. Nos dio las indicaciones para enfrentar el desafío más temido por todos, El Paso Jhon Gardner, el punto más alto del parque con 1.200 m.s.n.m. Al mismo tiempo, nos elevó la moral señalándonos que por cómo nos veía, íbamos a poder concretarlo. Al otro día, el 02 de marzo, llegábamos a la cima del Jhon Gardner y es el mismo guardaparques que estaba ahí arriba esperando que todos los aventureros cruzaran sin contratiempos. Él mismo nos sacó la foto. Seguramente, algún lector lo conoce, para que le hagan llegar esta reseña. Muchas gracias!

¿Por qué o para qué vivir esta experiencia? Si quieres dejar de caminar, no puedes. Quieres dejar de sentir dolor, debes aprender a convivir con el sufrimiento. Cuando crees que ya has llegado, no has llegado. Quieres renunciar y mandar todo a la mierda, pero de alguna manera doblegas la lógica de tu mente y te sometes a lo impensable de ir más allá de lo cuerdo y de tus propias expectativas, desafías a la natura y tus propios límites, al menos una vez en la vida y eso paradójicamente te hace sentir tan vivo.

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