Todo venezolano ha tenido Depresión…
Eso me dijo recientemente un consultante oriundo de dicho país y me dejó reflexionando, pues como profesional del área pocas veces había escuchado tanta contundencia diagnóstica (si se quiere ver así). Ante lo cual, me pregunté:
¿Qué experiencias ha tenido él que le permiten establecer tal sentencia sobre sus compatriotas?
Existe una parte lógica de mi mente que se resiste a creer esto y haciendo un recuento rápido logro identificar a una antigua consultante venezolana que hoy se le ve dichosa y exitosa, completamente integrada a la sociedad chilena junto a su hermosa familia, peeeeeeero… por algo acudió a mis servicios profesionales en su momento… Estamos hablando que el momento data del año 2008, es decir, que la atendí mucho antes de las oleadas migratorias. Vuelvo a reflexionar, pues, que para que ella se encuentre así de bien ahora, tuvo que pasar bastante tiempo para lograrlo. Ahora, identificó una diferencia importante, cual es que ella migró junto a su familia por voluntad propia buscando mejores horizontes. Los actuales migrantes lo realizan de manera cuasi obligada a modo de sobrevivencia. Entonces, me pregunto; ¿cuáles son las implicancias y el impacto en la salud mental de quien se ve forzado a salir de su país?
Los seres humanos, construimos realidad desde nuestro propio mundo y/o experiencia. Hasta el momento, los chilenos no hemos tenido que migrar en masa hacia otros países, por lo tanto nos cuenta imaginarnos lo que significa dicho proceso, podemos llegar a comprender la dificultad, pero difícilmente generar un proceso empático por procesos que nunca hemos experimentado en carne propia. Quizás lo más parecido en nuestra vida son los cambios de casa o ciudad, por el traslado del trabajo del jefe de hogar, que si bien son cambios estresantes, probablemente ni se le acercan al hecho de migrar. Volviendo entonces a los dichos de mi consultante, me empieza a hacer sentido lo dicho por él e incluso le comienzo a encontrar razón! Para ello, invito al lector a realizar el ejercicio de cerrar los ojos e imaginarse en la situación de tener que migrar, cuando lo haga debe contemplar el máximo de detalles posibles, probablemente sean tantos los elementos a considerar que rápidamente abra los ojos pues le fue imposible y agotador abarcar tanto. Entre los detalles fácticos se debe contemplar el rompimiento de los lazos afectivos pues la familia cercana se disemina por distintos países, se cercenan abruptamente los proyectos, se debe enfrentar la incertidumbre del futuro inmediato e imaginar los peligros propios de todo viaje. Sumado a lo anterior, una vez afincados en el destino, comienza todo un proceso de adaptación a la sociedad y cultura del lugar, búsqueda de un nicho dónde desarrollarse en todos los ámbitos de la existencia y aclimatación al clima, si, al clima. La mayoría de los consultantes venezolanos que he atendido, han hecho referencia al clima frío del país y cómo este les ha afectado en lo anímico, refieren también que la vegetación es exigua y opaca. Además, me han mencionado que les impacta el silencio de la gente, les pareciera como si la ciudad estuviese muerta. Todo lo anterior, en contraste con sus lugares de origen. Todos las variables mencionadas anteriormente e infinitas más que no alcanzarían a mencionarse en este texto, claramente disponen a quienes las sufren a padecimientos dentro de la esfera de los trastornos anímicos, principalmente del orden depresivo dándole razón a la sentencia realizada por mi consultante que da título a este artículo. En este punto, cabe resaltar cómo la salud mental estaría directamente relacionada con el nivel sociocultural de las personas, puesto que en general el ciudadano venezolano que migra, tiene educación formal de buen nivel y por tanto, su inserción social se hace más expedita y confortable (dentro de lo difícil que ya es), por lo que de suscitarse un padecimiento de salud mental, esta sería de orden más elevado, probablemente relacionado con una crisis existencial por los factores ya mencionados relacionados con el desarraigo principalmente y cuando eso ocurre, efectivamente la depresión aparece. En cambio, la otra cara de la moneda en este sentido, dice relación con otra oleada de migrantes con una condición sociocultural mucho más deprivada, los haitianos. Los cuales debido a su formación educativa, etnia e idioma, han hecho mucha más compleja su adecuada inserción social. Lo anterior, sumado a una menor calidad asistencial de salud en su país de origen, se manifiesta en padecimientos de salud mental mucho más rudimentarios, relacionados incluso con déficits a nivel nutricional. Es así como es posible recordar episodios en que un haitiano hace algunos años atrás, iba a Canal 13 a exigirle a la animadora del matinal Tonka Tomicic que le diera el dinero prometido aparentemente por un trabajo realizado. Sin embargo, sus declaraciones eran confusas, con dificultades en el manejo del idioma español y su conducta era agresiva. Claramente estaba siendo víctima de episodios de delirio probablemente por una psicosis no tratada o mal tratada desde su país de origen. Yo mismo fui perseguido por un ciudadano haitiano bajo un estado de éxtasis y/o delirio mientras paseaba en bicicleta por la alameda de Talca, por suerte no alcanzó a pillarme… A esto me refiero con los problemas de salud mental más rudimentarios, nuevamente se nos aparece la pirámide de Maslow en donde podemos relacionar que en la base encontramos deterioros en la salud mental orgánicos y rudimentarios, mientras que si nos acercamos a la cima serían más del orden existencial. Imaginémonos entonces que estamos en la cima, pero de pronto debemos abandonar todo lo logrado y tenemos que comenzar de nuevo en otro país.
By DMC.
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